martes, 15 de diciembre de 2015

VÍBORA DE SEOANE


 Víbora de seoane (Vipera seoanei cantabrica).
Los reptiles presentan su máxima actividad cuando alcanzan una temperatura óptima como la que les proporciona el calor del sol, cualquier hora del día es adecuada para ver una víbora mientras haya una temperatura idónea de calor para mostrarse activa con temperaturas corporales comprendidas entre los 24 y 32ºC. Puede desarrollar también cierta actividad crepuscular o nocturna mediante el periodo estival si se dan las condiciones climáticas favorables.
Presenta un periodo de reposo invernal desde finales de Octubre o Noviembre hasta Febrero o Marzo, según las condiciones climáticas de cada año y de la altitud a la que se encuentra.

Podemos encontrarla debajo de troncos y ramas secas, entre piedras, al lado o enmedio de los caminos no muy transitados, entre la hierba verde o seca, ya sea en los prados de  montaña o en los de la costa, busca refugio entre los agujeros de los canchales y se solea en ellos, también la he observado enroscada debajo de los avellanos entre la hierba en un dia nublado y en los agujeros de los muros de piedras apiladas, en los senderos estrechos es habitual que salgan del matorral a solearse para aprovechar mejor el calor del sol.
Se pueden ver víboras cerca de las construcciones humanas de zonas rurales cuando se desplazan buscando refugio o alimento.
La primavera y el verano es la época más activa del año para las víboras. Las víboras copulan en los meses de Abril y Mayo. Las hembras alumbran en los meses de Agosto a Octubre, de 3 a 10 viboreznos. Normalmente se reproducen en años alternos. Los jóvenes alcanzan la madurez sexual a los 3 ó 4 años.
 Fijaos bien en la terminación de la cola, a pocos centímetros antes de terminarse, pasa de ser ancha a muy estrecha, no va gradualmente como en el resto de otras serpientes. Es muy notable este dato para identificar la víbora, independientemente del color o tonalidad que tenga. 
Si nos encontramos con una víbora no hay que matarla, ellas nos ven y se irán o se esconderán hasta que pase el peligro, siempre optan por la huída si se les da la oportunidad. Recordad que el veneno de las serpientes se utiliza en productos farmacológicos y medicamentos. 
Una víbora muerde a una persona solamente para defenderse antes de pisarla o si estamos demasiado cerca de ella por alguna razón. Antes de morder puede hacer un soplido bastante audible de advertencia.
La dieta de las víboras la componen los micromamíferos (ratones, topillos, topinos, musarañas, ratas), reptiles (luciones, lagarto verde, lagartija serrana, lagartija roquera, de turbera y de bocage), anfibios (ranas, salamandras y tritones) y pequeñas aves o pájaros del gran orden de los paseriformes.

Siempre es conveniente tener la costumbre de mirar bien antes de sentarnos, cuando queremos descansar durante un paseo por la montaña o simplemente cuando transitamos por los senderos, bordes de caminos o lugares donde hay matorral, ramas, troncos y piedras. Si tenemos la mala suerte de que nos muerda una, nunca hay que acelerarse y echar a correr pues el corazón se acelera y el veneno llegaría antes a los órganos, hay que tomarlo con cierta tranquilidad y llevar a la persona perjudicada pronto al hospital, pero sin acelerarla pues el corazón bombeará la sangre más deprisa. Se puede hacer un torniquete que no apriete mucho y dejar que fluya algo la sangre para que no se nos gangrene la articulación si se aprieta demasiado y comunicárselo al médico. Lo ideal, es poner un dedo cuando hacemos el torniquete para asegurarnos de no apretar demasiado. Tampoco se beben chupar las mordeduras para extraer el veneno. Las mordeduras de la víbora causan dolor, fiebre e inchazón pero no causan la muerte de una persona, salvo casos excepcionales de personas alérgicas al veneno. Los niños muy pequeños son más vulnerables puesto que tienen menor masa corporal. El veneno de una cria de víbora afecta lo mismo que el de una adulta y una vívora melánica (víbora negra) de la misma especie, tiene el mismo veneno que la variedad común (marrón).
Víbora de Seoane. Subespecie cantábrica (Vipera seoanei cantabrica) macho ♂. Aquí se aprecia el iris del ojo de color pardo dorado y la pupila con forma de línea vertical negra. Esta subespecie se caracteriza por su color pardo grisaceo con un zig-zag muy estrecho e interrumpido formando barras transversales. Su veneno es más tóxico que el de otras poblaciones. Los ejemplares melánicos son más frecuentes en poblaciones de montaña de la cordillera Cantábrica. Son la misma especie.
 Víbora de seoane (Vipera seoanei cantabrica). Aunque la víbora es muy rápida en cualquiera de sus posiciones, la postura de la foto superior es la posición de ataque que suele adoptar para morder a la víctima. 
La víbora se encuentra desde el nivel del mar hasta los 1.900m aprox. La víbora es una especie venenosa y su mordedura puede causar fuerte hinchazón y dolores agudos. Puede causar la muerte en casos extremos. Cuando nos encontramos con una serpiente hay que evitar su captura o manejo para evitar su mordedura. Ellas siempre optan por la huída si se les da la oportunidad. Su alimentación la componen los ratones, los topillos, las musarañas y otros reptiles como las lagartijas los lagartos, anfibios y pequeñas aves.

martes, 13 de enero de 2015

El rebeco cantábrico (Rupicapra pyrenaica parva)


Un joven cabritillo se alimenta de la hierba que asoma junto a las rocas. Cuando se abre algún claro entre las nubes y entra algún rayo del sol, la nieve se derrite antes en contacto con la roca.
 Los rigores del invierno en los Picos de Europa no impiden a los rebecos buscar el alimento bajo la dura capa de nieve.
 Una hembra pasta con su cria de cuatro meses en los Picos de Europa.
 Rebeco hembra (Rupicapra pyrenaica parva). Rebeco de la cordillera cantábrica y los Picos de Europa.
 Rebeco macho (Rupicapra pyrenaica parva). Pelaje invernal. Muestra de la curvatura y anillos de los cuernos.
Una cría de cuatro meses rasca con su pata para descubrir los finos brotes de hierba. El invierno es muy duro para todos los animales en la montaña y los rebecos están perfectamente adaptados.
Las hembras que tienen crías del año se alejan un poco en busca de tranquilidad y pequeños brotes de finas hierbas que asoman entre la nieve.

Persecución de un macho lider de un harén de hembras a un rebeco intruso (1).
Persecución de un macho lider de un harén de hembras a un rebeco intruso (2).
El macho dominante a punto de dar alcance a su rival. El desgaste físico de los machos es muy acusado en la época de celo (3).

  Rebeco macho en celo. Este macho dominante de un harén de hembras obtiene información transmitida a través del viento y le mantendrá alerta ante otro macho que pretenda acercarse al grupo para copular con hembras. El lider no se dejará vencer fácilmente y luchará hasta vencer al adversario o ser derrotado por un nuevo lider.
Rebeco macho (Rupicapra pyrenaica parva), subespecie de los Picos de Europa. Foto: "Estampa invernal del rebeco de la cordillera cantábrica con los farallones de roca calcárea de fondo".
Un rebeco macho intruso huye a la carrera ante la presencia de un macho lider de una manada.


 Hembra de rebeco cantábrico con su cria del año. Fotografía realizada en condiciones de escasa luz, fuerte viento e intensa nevada. Picos de Europa.
 Rebeco macho escarba con su pata la nieve dura del suelo para recuperar el pasto que le mantendrá sus reservas durante el invierno.
 Cabritillo de 4 meses de edad. Los cabritillos no se suelen separar muchos metros de sus madres, están en plena época de aprendizaje y vigilados constantemente por sus madres. Basta con una postura de alerta, un balido o un lijero empujón de advertencia, si llega el caso, con una de sus patas o el cuerpo de su madre para enseñar a los pequeños a estar alerta en cada ocasión de peligro.

Macho de rebeco cantábrico (Rupicapra pyrenaica parva) en época de celo.
Rebeco cantábrico macho (Rupicapra pyrenaica parva). Los rebecos soportan bien el duro rigor invernal mientras tengan alimento, pero con grandes nevadas descenderán de las altas montañas para alimentarse de las finas hierbas en los pastizales de las laderas más soleadas.

Rebeco hembra (Rupicapra pyrenaica parva). En la población ibérica existen dos subespecies de rebecos, la pirenaica (Rupicapra pyrenaica pyrenaica) y la cantábrica Rupicapra pyrenaica parva). La cantábrica es de menor tamaño, apenas 75 cm de altura a la cruz y 20 a 25 kg de peso.
Rebeco hembra con su cria de 4 meses.
 Dos rebecos encuentran abrigo y alimento bajo unos cortados rocosos.
Un macho solitario busca un grupo de hembras con las que pueda aparearse pero antes tendrá que enfrentarse a un macho rival y vencerlo para hacerse con el harén de hembras. En la época de celo los machos gastan mucha energía durante las persecuciones entre machos intrusos y dominantes, ademàs de cubrir a las hembras.